La carga de la Diva

Las aventuras y desventuras de la Diosa Odiosa, vida de milagro, y otras historias de The Eclectic Library...

sábado, junio 10, 2006

Another one bites the dust

Cuando salí del trabajo había llovido. Marujita vino a recogerme. Yo estaba de mal humor porque estaba cansada y había tenido un mal día. Además, todavía andaba tocada por lo del día anterior. Y, la verdad, el hecho de saber que me esperaba otra noche de movidas, en lugar de salir para relajarme y desconectar, no me apetecía nada.
Al llegar a casa me dejé caer en el sofá pero pronto me levanté para ayudar a Marujita a hacer la cena. Toda la colaboración que yo podía aportar en ese momento, claro, que básicamente consistía en apoyarme en el dintel de la puerta y decir que sí o que no con la cabeza.
Cuando salí de la ducha no tenía ganas de arreglarme mucho y acabé con unos vaqueros y mi camiseta de kd lang. Llevo más de media semana escuchando canciones suyas. Y la letra de una de ellas la llevo impresa en el pecho de una camiseta roja. Pero no me la pongo por lo que pone si no porque es la que está en lo más alto de un montón de ropa limpia. El texto está extraído de "Sexuality", una canción que kd lang interpretaba en su disco "All you can eat", en el que todas las canciones hablan de sexo. "How bad could it be if you shall fall in love with me", dice el estribillo y, depende de si se toma como una frase exclamativa o interrogativa, el significado varía totalmente. ¿Tan malo sería que te enamorases de mí? ¡Qué malo sería que te enamorases de mí!. Las explicaciones, sobran...
Cuando salimos de casa está chispeando. Al bajar de la moto tengo la chaqueta mojada y los pantalones húmedos. Entramos en ADN sin tener que hacer cola porque no hay mucha gente. Ya dentro se confirman mis sospechas y veo enfrente al idiota de Gusano Tosco con la Profe y Azafrank. Y ¡cómo no! la miradita amenazante del Gusano Tosco. La última vez que me crucé con él vino a darme un codazo aprovechando que yo estaba despistada hablando con él y yo me acabé yendo a casa porque tenía fiebre y me encontraba mal pero también porque sabía que si seguí allí las cosas iban a ir a peor. Quizás este idiota piensa que a base de fastidiarme cada vez que me ve va a acabar consiguiendo que yo deje de salir por donde él no podría salir si en su momento yo no hubiera dado la cara por él. Dice el refrán que es de bien nacidos el ser agradecido, así que imagino que todos sabréis que adjetivo le corresponde a este cabrón desagradecido cuya única diversión cuando sale de fiesta es amenazarme, perseguirme, lanzarme miradas asesinas, insultarme o intentar agredirme físicamente. Y digo intentar, porque me consta que no va a poder ponerme una mano encima, no porque le falten intenciones, si no porque le falta ese tipo de valor que rima con intenciones.
De todos modos, yo había asegurado que, puesto que la Profe ha dado la cara por él, responsabilizándose del comportamiento del Gusano Tosco, a ella le correspondía recibir el codazo de vuelta que él me dio la última vez. Cuando pasamos junto a ellos para colocarnos en el mismo sitio de siempre (ellos antes se ponían en el otro extremo del local, pero está claro que tan lejos no me ven bien y han tenido que venir a buscarme), me siento tentada y levanto el brazo para que el codazo le de a la Profe fuerte y certeramente en las lumbares, un golpe breve y seco que le haga retorcerse, tal como fue intencionado el codazo que me dio el Gusano Tosco. Pero cuando paso a su lado, a menos de tres centímetros de tocarle, bajo el brazo y paso de largo. Intento controlarme y no rebajarme a su nivel. Al fin y al cabo, las personas inteligentes se defienden con la palabra y los animales recurren a las manos. El Gusano Tosco, obviamente, es una animal, un gusano para ser más concretos, y la Profe, hasta ahora, no pasa de comportarse como una hiena. Pero hasta la fecha todavía no me ha puesto la mano encima y eso lo tengo en cuenta a la hora de no darle un codazo a la Profe, aún sabiendo que gracias a ella otras personas me van a golpear.
Al principio, por muy cabreada que pudiera estar, tenía un especial cuidado en no calentar más la situación con la Profe, en no cruzar esa línea que hace imposibles las reconciliaciones. Procuraba no decir nada irreversible, a pesar de decir siempre lo que pensaba, controlaba los golpes bajos y los insultos, no levantaba la mano, no lanzaba miradas asesinas, no hablaba mal de ella. Trataba de entender a santo de qué había pasado en menos de una semana de suplicar mi amistad a venderme. Y era incapaz de entenderlo. Le di incluso la oportunidad, varias veces, de hablar conmigo de día, lejos del ruido, la gente y las adulteraciones de la noche. ¿Qué hizo ella? Burlarse de mí. Para eso me ha servido darle un trato de amiga, para eso me ha servido intentar conocerle y comprenderle, para que se aliase a la gente que me intenta amargar la vida y se riese de mí. Se me ha acabado la paciencia, o todos moros, o todos cristianos, pero se acabó lo del trato especial. Se acabó tener consideración con nadie basándome en la amistad que en su momento les profesé. No lo valoras, lo pierdes.
Y yo no pretendía que las cosas llegasen a este extremo y posiblemente, como yo sí tengo sentido de la moral y conciencia, acabaré llegando al extremo en que la justicia se convierta en venganza. Pero me da igual. Todo el mundo tiene un punto de ebullición y a mi ya me han calentado más que suficiente.
Estamos en el rincón de la barra que está más cerca del baño. Solía ponerme junto al pilar más alejado de la puerta, pero claro, están ahí y no me apetece conflicto. Marujita me ve la cara y supongo que se imagina que esta noche las cosas van a empezar a cambiar. Se acabó poner la otra mejilla. Sin atacar a nadie si no media provocación, pero sin pasar cuando la haya. Y la hay, claro. El Gusano Tosco pasa hacia el baño, intencionadamente cerca de mí a pesar del espacio disponible que tiene y me lanza una de sus miraditas amenazantes mientras murmura otro de sus insultos que yo no quiero escuchar. Y escucho el click de mi cerebro y acudo a la prácticamente inofensiva técnica del punzón de la palabra. Cuando acabo mi trago le digo: "¡Ché, boludo, poné el culo!", con un acento simuladamente argentino. Yo no soy buena fingiendo acentos pero estoy segura de que quedó lo suficientemente inteligible.
¿Te acuerdas Gusanito qué pasó cuando te volviste pasiva y te quisieron violar y luego, colgado como con un síndrome de Estocolmo te enamoraste del único tipo que había conseguido darte por culo en ambos sentidos de la expresión? ¿Te acuerdas a casa de quien fuiste llorando como una niña porque se había reído de ti y te había faltado al respeto y te había dicho que eras una mierda de persona después de haberte intentado forzar? ¿Te acuerdas que viniste a mi casa porque, según tú, no tenías a nadie más? ¿Dónde estaban entonces tus amigos?
Y la verdad, creo que todo ese rollo de que te forzaron y de que eres activo, en el fondo es una mezcla de homofobia y no aceptación de tu condición de homosexual pasivo. Eso es lo que de verdad te fastidiaba, tener que reconocer que, a pesar de haber presumido siempre de haber sido siempre activo y no implicarte en ninguna relación, siendo tú el que hacía daño a los demás en todas tus relaciones de pareja, te pierde el único hombre que hace de ti una pasiva, el único que te somete, el único que te obliga a reconocer que eres un freak y se aprovecha de ti como tú te aprovechas de todo el mundo.
En el fondo tienes lo que te mereces, y más que la vida te va a dar. Eres un desgraciado, que es incapaz de controlar su adicción a las drogas y al alcohol, que no sabe relacionarse con las personas a no ser que le interese sacarles algo y eres un hipócrita mentiroso, incapaz de mirarse fijamente a espejo y ver realmente lo que hay, una mariquita mala, pasiva y sola, incapaz de aceptar su propia homosexualidad, esclavo de los lastres emocionales de su relación con su madre y que probablemente acabará como ella. Molestarme contigo en nada que vaya más allá de las palabras sería perder el tiempo porque estoy segura de que la vida te acabará dando lo que te mereces.
Supongo que corriste como una rata a llorarle a la Profe, para que viera lo mala que soy y cómo recurro a golpes bajos (se te olvida todo lo que tú has hecho antes, claro) y, ya que sois tan amigos, para que te saque las castañas del fuego.
Azafrank, como está con la Profe y con el Gusano Tosco, no me saluda. La última vez que me crucé con el iba sólo con la Profe pero tampoco me saludo. Supongo que porque no le gustó mi teoría de las responsabilidades subsidiarias, ya que él siempre elude cualquier responsabilidad de amigo, acogiéndose a la excusa de que da libertad a sus amigos para que hagan lo que quieran. Bueno, yo no creo que un amigo esté allí sólo para recoger tus pedazos cuando te das la gran ostia cuando podría haber evitado que te la dieras, simplemente hablando contigo antes de que hicieras alguna tontería. Pero claro, en eso nunca nos pondremos de acuerdo. Yo creo que un amigo debe ser leal y estar al lado de los suyos hagan lo que hagan y darles la libertad de cometer sus propios errores pero también que debe de tener la confianza suficiente como para decirles que no le parece bien lo que hacen si sabe que lo que hacen no es correcto. Azafrank es de los que creen que ser amigo es dar libertad total y amordazar la conciencia. Para mi una persona sin conciencia no es una persona con la que me apetezca relacionarme demasiado. Y seguro que Azafrank se acuerda de lo que hablamos la última vez que quedamos a tomar café, ¿ya se le ha olvidado? Para bien o para mal yo tengo una memoria fabulosa y recuerdo perfectamente lo que me dijo respecto a la Profe y al Gusano Tosco y al resto de la Pandilla Basura y sobre lo que había pasado con todos ellos. Y recuerdo perfectamente su opinión respecto al comportamiento y los motivos de cada uno para hacer lo que hacían. ¡Qué poca memoria tienes, Azafrank! ¿Acaso tuviste la confianza de amigo para decírselo también a ellos?
Supongo que luego justificará el hecho de no saludarme con la frase de siempre, que no me ha visto. No me vio la otra vez en ADN cuando estaba a dos metros de mí y tampoco me vio después en el D54 cuando estaba justo enfrente de mí y no había apenas gente en la discoteca. Tampoco me habrá visto esta noche porque supongo que su conciencia de amigo le ha vuelto ciego.
Y me fastidia que la gente llegue a ese punto de hipocresía. Yo no obligo a nadie a que sea mi amigo pero tampoco voy a consentir que se me salude a escondidas ni a que se me utilice, porque para mi eso es una falta de respeto y sin respeto no hay amistad posible. A Azafrank le di la oportunidad de conocernos y , por circunstancias como su ajetreada vida laboral o sus compromisos sociales fue un proceso mucho más lento que el que paralelamente se desarrollaba con la Profe. Pero me tomé la molestia de seguir intentándolo porque me parecía una persona interesante. Y no quise que los conflictos con la Profe interfirieran en mi relación con él, a pesar de saber desde el principio que, al no tener relación con ella, y teniendo en cuenta sus nuevas amistades, una persona como yo ya no tendría cabida mas que a escondidas. Y yo me respeto al menos lo suficiente como para no ser el oscuro secreto de nadie ni tener que conformarme con las sobras. Y Azafrank, tan sensato él, tan maduro, un hombre de mundo, no supo tener la mano izquierda de no hablarme de la Profe cuando hablaba conmigo, a pesar de saber que la relación de amistad con ella se había roto y cada día estaba más lejos un posible arreglo, y se quedaba de fiesta con el Gusano Tosco, dando siempre la excusa de que él quedaba con la Profe y que el Gusano quedaba con la Profe, echándole la culpa de todo a su amiga cuando él, pobrecito, tenía que soportar a ese miserable sólo por su amiga. Y todo al final sonaba a una mala excusa y Azafrank ya no me pareció tan interesante porque si era capaz de hacer eso con la que, según él, era su mejor amiga, ¿qué no haría conmigo que todavía nos estábamos conociendo? Lo siento, pero el que calla otorga y el que no condena un mal comportamiento, lo está legitimizando.
Y me gustaría equivocarme, y sería la primera en admitirlo si así fuera, pero mucho me temo que no voy a conocer mucho más a Azafrank, porque no creo que él me respete ni me aprecie lo suficiente.
En el D54, Marujita me reprendió brevemente por haber increpado al Gusano Tosco. Y digo brevemente porque ella sabe que ese idiota se merece eso y mucho más. Y además, ella se había dado cuenta de cómo a partir de ese momento las cosas iban a cambiar, de hasta qué punto había tenido que soportar la presión constante hasta que al final he acabado estallando. Y en el fondo sabe que hago lo correcto, por muy en desacuerdo que esté con las formas. Según Marujita, puedo vengarme si me hacen daño, pero no recurrir a los golpes bajos. Bueno, hasta ahora, ni he recurrido a los golpes bajos ni he hecho nada para vengarme, como dice ella, ni para hacer justicia. Lo único que he conseguido pasando de todo es que cada semana se me presione más. Bueno, se acabó tener consideración. A partir de ahora voy a decir lo que me de la gana, siempre y cuando diga la verdad, y al que no le guste la verdad, que se vuelva a su coraza de mentiras, a ver si le protege de la realidad. Se acabó guardar secretos y no contar las cosas para proteger a gente que me ofende. En esta vida, tienes lo que das, y tal como se me ha tratado, trataré.
Me dejo llevar por la corriente de los verdes y disfruto del espectáculo del escenario. Uno de los ingredientes del verde es altamente diurético así que mis visitas al baño son frecuentes. En una de esas visitas, al entrar, me cruzo con Azafrank, la Profe y el amigo de ambos que salían en tropel de uno de los baños. Me hace gracia. Luego dicen que son las mujeres las que van al baño siempre acompañadas. Las mujeres y los cocainómanos. Aunque no recuerdo haber visto antes a Azafrank tomar ningún tipo de droga. Veo que hace un gesto de sorpresa al verme y paso de largo en mi camino hacia el baño. Se me revuelve el estómago. Azafrank me saluda y yo me vuelvo con una mirada de desprecio en los ojos y le pregunto, con falsa sorpresa, si me va a saludar entonces. Le digo que unas veces me saluda y otras no, que puede evitárselo, que yo no necesito su limosna. Él parece sorprendido, quizás pensando que yo iba a reaccionar como él lo haría sin darse cuenta de que mi sentido de la moral es infinitamente distinto (que no mejor, ni peor) al suyo y que yo me ahogaría en mi propio vómito si pudiera anestesiar mi conciencia como él hace.
La Profe me lanza una de sus sonrisas ácidas. Me saca de quicio que tenga tan poca vergüenza y se lo digo. Aunque básicamente me impulsa a hablar la euforia de los verdes y el hartazgo de soportar sus incoherencias, no le digo nada que no le haya dicho antes cara a cara o que no forme parte de una teoría expuesta previamente en este blog. Lo de siempre, vaya, que me parece indignante que mantenga esta situación y que me parece miserable que, después de suplicar mi amistad, me haya vendido por un desgraciado inmoral e indecente, que es tan buen amigo que cuando se canse de utilizarle le hará lo mismo que me ha hecho a mí, lo mismo que me ha hecho gracias al apoyo y la complicidad de la Profe. Y añado que la diferencia entre el bien y el mal no se puede excusar en el orgullo y la cobardía, que defendiendo un comportamiento vil se rebaja la calidad humana de un individuo y que justificando una mala acción, sin condenarla, se legitimiza. Y que me da lástima ver como al final, no sólo ha perdido todo lo que en un año le vi recuperar poco a poco como persona, sino que la veo mucho peor, más baja, más vendida, más escondida. Está incluso peor que cuando le conocí, porque al menos entonces, aún tenía alguna posibilidad de salir adelante. Claro que, cuando huyes de ti misma, ¿dónde te escondes, Profe?
Cuando acabo y decido entrar en la cabina del baño, la Profe me lanza una frase como si fuera un infantil y supuesto ataque, pero es tan simple y pobre que ni me roza: "Anda, ve a mear", lo cual tiene su lógica teniendo en cuenta que yo iba a entrar al baño y sola. "Cuando salgas de hacerte farlopa", le contesté. Evidentemente, lo que acababa de hacer al salir del baño, con las pupilas tan dilatadas que parecía tener los ojos negros, y acompañada de Azafrank y su amigo, cuando la cabina apenas tiene un metro cuadrado escaso.
Entro al lavabo y cuando salgo, sólo Marujita está fuera. Me agobia, me agobio, necesito aire... Salgo fuera a dar una vuelta. Camino calle abajo, sin acabar de decidir si me voy a ir a casa, si voy a ir al Látex o si volveré al D54. Me cruzo con un grupo de gente y me dan un par de letras mayúsculas. Cuando aún las estoy guardando en el bolsillo aparece de repente Marujita. No sé si preocupada por mi estado o tratando de hacerme regresar a la discoteca. Me doy cuenta de repente de que no llevo la portuguesa en el bolsillo y doy la vuelta para recorrer el camino que había andado para buscarla. Y soy tan idiota que tardo en darme cuenta de que la he llevado encima todo el tiempo. Marujita me acorrala contra la pared para darme la charlita. Y cuando me dice que ha estado hablando con Azafrank, la Profe y el Gusano Tosco y encima insiste en no contármelo hasta otro momento. Y mi lado paranoico me hace sospechar y decido dar por finalizada la conversación pero Marujita insiste en alargarla y acabamos a gritos en plena calle. Como siempre, otra bronca entre nosotras que no tiene nada que ver con nosotras, que tiene su causa en la Pandilla Basura.
Tanto sube el tono la discusión que acaba apareciendo de la nada MicroMachine, fuera de su horario de servicio pero haciendo su trabajo de pacificador. Como buen profesional trata de mantener la calma, averiguar qué pasa y dar una solución pacífica sin tener que levantar la voz ni la mano. Primero intercede para llamar mi atención y luego me pide que le deje la portuguesa, con la que yo estaba jugando. Estando como está al corriente de algunas cosas, apenas hace falta hacerle un breve resumen de lo que ha pasado esta noche. Intenta que yo me someta a la voluntad de Marujita, cuyo benéfico poder de control sobre mí le parece adecuado. Y yo le explico cómo, cuando no me reduce y me dejo llevar por el poder de la palabra (ya que es la única arma que tengo intención de utilizar) en lugar de ser yo la que se va a casa furiosa, me voy relajada y me divierto. Además, le cuento, Marujita ha estado conspirando a mis espaldas con la Pandilla Basura, tramando algo lo suficientemente malo como para que no me lo quiera contar y entrometiéndose en mis asuntos. Cuando él siente que estoy más tranquila (o cuando él está más tranquilo al asegurarse que no voy a hacer daño a nadie ni a mí misma), me devuelve la portuguesa y me deja marchar.
Marujita entra en el D54 para despedirse de sus amigos antes de llevarme a casa. Mañana trabajo y por esta noche ya he tenido más que suficiente.
La que me mira desde el espejo se altera más todavía cuando le dicen que le contaran algo cuando se calme y no se fía.
 

Kontuz Kotzebue escribe para The Eclectic Library

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